sábado, 27 de febrero de 2010

Verguenza - Extraido del Dia Dia

Link Original: http://www.diaadia.com.pa/archivo/02272010/dep14.html

Rogelio Adonican
| DIA a DIA

De verdad no sé qué habrá en el Comité Olímpico de Panamá, para que tantos buitres revoleteen sobre ese pedazo de carne vieja que dejó el conocido y casi archivillano, Melitón Sánchez.
Ayer se volvió a demostrar que algunos de los dirigentes deportivos locales actúan más como maleantes que como lo que dicen ser. Personas que en vez de ver cómo mejoran el deporte nacional, piensan en sus intereses personales.
Ayer, uno de los personajes de este grupo de "Vergüenzas Olímpicas", protagonizó otro escándalo.
Ese mismo personaje ya tiene la costumbre de ocupar portadas de periódicos, tocándose los genitales, atacando periodistas y disparando al aire como en el viejo oeste. Volvió a ganarse la medalla de oro a la vergüenza, terminando una reunión con un recital de basura bucal.
Hasta cuándo el Gobierno y el sistema judicial se quedará como un mero espectador y no interviene para sanear, de una vez por todas, las federaciones de nuestro país.
No sé hasta cuándo un par de bribones estarán por encima de la ley, amparados por parte del Cómite Olímpico Internacional. Será que ellos forman parte de "Los Intocables", de la república olímpica, ese pequeño país que está por encima de todos los gobiernos.
No puede ser que la lucha por un puesto, que según ellos no es remunerado, sea causal de espectáculos, donde dos dirigentes quieran arreglar sus problemas personales a los golpes, como dos niños que tienen un problema en el recreo y deciden arreglarlo a la salida.
Hay que hacer algo ahora para que esos dirigentes no destruyan los sueños de los chicos que, como Irving Saladino, sueñan ser campeones mundiales u olímpicos. Ellos no se merecen que cuando se consigue una medalla, ellos se lleven el crédito y hasta entreguen la medalla.
De seguro hoy saldrán muchos a defender a los mártires del Cómite Olímpico de Panamá, pero me pregunto si hay algo que defender. Es mejor quedarse callados y hacerse los locos, como siempre lo han hecho.

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